Hoy quiero hablaros de una de las diosas más importantes y fascinantes del panteón de Mesopotamia, Ishtar. La diosa Ishtar en Mesopotamia es la correspondiente a la diosa Inanna en la antigua Sumeria y era la patrona del amor pasional, la fertilidad y la guerra. Así, su naturaleza era impredecible y casi esquizofrénica, buscando la seducción y el sexo, por un lado, pero la destrucción y la guerra, por el otro.
Ishtar era una de las diosas más veneradas en la Antigua Mesopotamia. No en vano, su feudo principal, era Uruk, de la que se dice que era la primera ciudad. Dependiendo del mito al que hagamos caso, su padre era Sin, el dios de la luna, o Anu, el dios del cielo. En cualquier caso, su poder e ira explosiva era temida por todas partes.
Pero eso no era suficiente para ella. En el mito del descenso al Irkalla (el inframundo), la diosa decide adentrarse en el reino de su hermana Ereshkigal, señora de los muertos. Dependiendo de la fuente, podrás encontrar una motivación para hacerlo u otra. Para traspasar cada una de las siete puertas del Irkalla, la diosa tiene que entregar una pieza de su vestimenta y sus joyas. Cuando llega a la presencia de su hermana, ha entregado todo su poder y su ropa, viéndose desnuda de toda fuerza. Ereshkigal, enfurecida por la intrusión de su hermana, la mata y cuelga su cadáver de un gancho. El caso es que su ausencia en el mundo de los mortales es catastrófica: toda actividad sexual y reproductiva cesa, y la vida corre peligro de extinguirse.
Así pues, el dios Enki, usando una de sus genialidades, logra hacer reír a la señora del inframundo, y la convence de que deje ir a Ishtar. La rocía con el agua de la vida y resucita para volver a ascender, recuperando su vestimenta y poder a medida que asciende por las siete puertas. A su regreso, Ishtar es recibida como una heroína, que restaura la vida y la que es necesaria para la reproducción. Así pues, la adoración a la diosa se hace mediante qadishtu, prostitutas sagradas que tienen sexo con los adoradores como representantes de la misma diosa.
A esta diosa se le vincula con el planeta Venus, La estrella de la mañana. De hecho, ese es uno de sus símbolos, una estrella de ocho puntas. Así, los sabios en Babilonia eran capaces de comprender la relación entre los dioses con Ishtar, mirando cómo se relacionaban las estrellas con Venus en el firmamento. Otro de sus símbolos más poderosos era la Mano de Ishtar, un talismán que usaban para recibir protección de la diosa que venció en el inframundo, contra los espíritus y seres que pudieran asediarlos.
La diosa Ishtar no solamente se quedó en Mesopotamia, mucho menos en su feudo, Uruk. Su influencia y adoración se extendió hacia el occidente, alcanzando a Canaan y Fenicia, como la diosa Astarté, Egipto como la diosa Hathor, los griegos la llamaron Afrodita y los romanos, Venus. Incluso, los fenicios, la llevaron al norte de África, a Cartago, donde fue adorada con el nombre de Tanit. Precisamente, desde Cartago, los musulmanes conocieron La mano de Tanit (la mano de Ishtar), y la adoptaron como La Mano de Fátima, un talismán que dice representar los cinco pilares del Islam, y que seguramente has visto en muchos sitios, quizá cuelga de tu cuello, pero que realmente habla de una terrible diosa, patrona de Uruk, que vamos a conocer mucho más profundamente en mi próxima novela, Anunit y el dios sin rostro.