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En agosto del 2016, tomé un avión, junto con mi esposa y mi hija pequeña (en ese tiempo solo teníamos a nuestra hija mayor) de Madrid a Dallas para estudiar un máster en teología (MDiv) en un seminario. Fue una experiencia maravillosa, enriquecedora y estimulante, pero sumamente dolorosa, compleja y que requirió mucho más de mí de lo que estaba dispuesto a dar en un principio.

Desde el principio, sabíamos que la situación no sería fácil. Estudiar un máster en inglés, que no es mi primer idioma, viviendo en Estados Unidos, mucho más caro que España y con todos los cambios que ello conllevó, no era algo sencillo. Además, nuestra intención era que yo terminase los estudios lo antes posible para regresar a nuestra iglesia. Por eso, me matriculé en más asignaturas de las que serían las normales, con lo que la carga de trabajo se multiplicó. Para terminar de rematar, mi esposa comenzó a sentirse cada vez peor de salud y la situación se agravó hasta extremos muy difíciles, tanto en el sentido económico como personal. Yo tenía que trabajar, porque nuestros fondos no alcanzaban, mientras que intentaba cuidar a mi familia y estudiar mucho más de lo que un americano hacía, al no ser el inglés mi primera lengua.

Como podrás imaginar, fue un tiempo, por decirlo de alguna manera, difícil. Una de las cosas que recuerdo que ocurrió en el momento en que terminé mis estudios fue que quedé agotado de leer. Había leído espesos libros de teología en inglés, mañana, tarde y noche, sin parar, y sin tiempo, durante años. No quería tocar otro libro más en mi vida, y así permanecí, solamente leyendo lo mínimo indispensable para preparar mis predicaciones y estudios, hasta que algo ocurrió.

El poder de las historias

La novela histórica redimió mi lectura. Fueron las historias las que rescataron mi enquistada y agotada mente. Fue entonces que el mundo se paró por la gestión de una enfermedad y todos tuvimos que quedarnos en casa, aterrados y confundidos, y me propuse escribir un libro acerca de la gran esperanza que encontramos en la historia de las historias. Sería un libro de teología, de esos que yo había llegado a aborrecer en el pasado, pero no quise que fuera un libro teológico más.

Había llegado a la conclusión de que los cristianos hemos cometido un error garrafal. Las historias son algo muy importante. Desde el principio de los tiempos, los valores, las enseñanzas y los argumentos se han transmitido mediante historias alrededor de una hoguera, en el calor de la familia. Nuestros abuelos no enseñaron a nuestros padres con libros de texto aburridos y farragosos, sino mediante historias que encarnaban las enseñanzas que querían transmitir. La misma Biblia es, casi en la mitad de su contenido, puras historias.

¿Qué hemos hecho?

Hemos convertido la apasionante historia de la redención, la más grande aventura jamás contada en materia de análisis sesudos y aburridos para que quien los domine se sienta mejor que los demás. Hemos pensado que los libros, para ser cristianos, tienen que ser elitistas e inabarcables para el común de los mortales. Y, al hacerlo, nos hemos olvidado de las historias, hemos dinamitado el puente que Dios creó para llegar a nuestros corazones.

Pero hay alguien que no lo ha olvidado. El enemigo conoce perfectamente el poder de las historias, y cómo pueden guiar el corazón del hombre, tanto hacia el bien como hacia el mal. La televisión, la radio, los canales de suscripción, Hollywood… todo eso son ejemplos de cómo se pueden invertir cantidades astronómicas en la industria de las historias, y cómo se puede pervertir al mundo entero para que se aleje de Dios, con las consecuencias que vemos actualmente. Si el mundo puede usar estas herramientas, ideadas por el Creador, para pervertir, ¿no deberíamos nosotros usarlas para sanar?

Restaurar el puente

Es por eso que, en Rosas por cenizas, intenté traer la maravillosa historia de Rut en forma de novela, pero con todo el rigor del que fuera capaz, para intentar reedificar ese puente hacia el corazón del hombre, que no debimos demoler en nombre de la “sana doctrina”. Es por eso que he intentado hacer lo mismo desde el libro de Daniel (labor mucho más complicada, por la propia naturaleza del libro, pero que creo que he logrado), con mi obra La Mano que mueve al mundo.

Y también es por eso que, si Dios lo permite, el 25 de marzo, saldrá a la venta mi primera novela, una novela que mezcla historia, esperanza y fe. Esta novela, y las que vendrán, Dios primero, no es una “novela cristiana”. Ninguna novela puede serlo, porque las novelas no pueden confiar en Jesús. Pero sí que es una novela escrita por un cristiano, que expresa la esperanza cristiana y que alegrará, divertirá y animará a los cristianos. Pero también es una novela histórica, en la que cualquier persona, sea o no cristiana, podrá disfrutar y meditar en cosas importantes. Algunos de mis lectores 0 son no cristianos, precisamente por eso. Quiero asegurarme de llegar al corazón de todos los que disfruten de las historias. Mi intención es alcanzar con el poder divino de las historias a todos los corazones, para hacer a cualquier persona en cuyas manos caiga mi libro poner su mirada en la gran esperanza del mundo, y quitarla de los dioses que fallan. Anota la fecha y acompáñame en esta aventura.

Así que recuerda: el 25 de marzo comienza una batalla épica por el destino de los mortales. Una guerra en los cielos reflejada en una novela histórica llena de emoción y propósito. No te lo pierdas.

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