Dios, tu sufrimiento y el libro de Rut

“Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento”. (Sal. 23:4)

Una de las mayores mentiras que, en ocasiones, creemos los cristianos, es que Dios va a librarnos de pasar por dificultades. Pensamos que creer en el Altísimo significa que no habrá enfermedad, que no habrá desengaños, que no habrá dolor. Creemos que no pasaremos por el “valle de sombra de muerte”.

La verdad es que, la Palabra de Dios, no sólo no nos engaña en este sentido, sino que nos advierte en el sentido contrario. De hecho, la realidad del sufrimiento es algo que el cristiano tiene garantizado. Esto es algo que Dios usa para enseñarnos como un padre a su hijo (Dt. 8:5), que Dios maneja para traernos un bien mayor (Ro. 8:28) y que apunta a un futuro glorioso al lado de nuestro Salvador Jesucristo (Ro. 8:18). Dios permite nuestro sufrimiento para usarlo de una forma magistral y llevarnos más allá de lo que jamás podríamos haber llegado de otra manera.

El libro de Rut constituye una bellísima historia que ilustra este principio como ninguna otra. Se trata de un relato muy cercano e íntimo del tránsito de una familia a través del “valle de sombra de muerte”, en el que Dios está obrando de forma sutil y magistral para lograr un objetivo mayúsculo y precioso. Se trata, en definitiva, de una magistral muestra de la realidad de que hay un Dios presente y actuando en medio del dolor más profundo del corazón de los que sufren. Vamos, si les parece, a adentrarnos brevemente en esta bella historia con un mensaje tan personal y contemporáneo.  

El valle de sombra de muerte

En el anárquico tiempo de los jueces en Israel (Jue. 21:21), vivía una familia en el pueblecito de Belén de Judá (Rut 1:1). El padre de familia se llamaba Elimelec y su esposa Noemí. Sus dos hijos se llamaben Mahlón y Quelión. El comienzo de la historia está marcado por una complicada decisión. Había un hambre terrible en su tierra, así que tomaron la medida de salir de ella para buscar un porvenir al otro lado del Jordán, en las tierras de uno de los mayores enemigos históricos de Israel, Moab (Rut 1:2).

Pensaban que les iría mejor allí que en su tierra, pero la verdad sería diametralmente opuesta. El padre, Elimelec muere allí, así que queda Noemí viuda junto a sus dos hijos (Rut 1:3). Ella toma la decisión de casarlos con dos jóvenes moabitas, Orfa y Rut (Rut 1:4).

Pero la desgracia aún no había cesado en la vida de esta familia betlemita, y es que, para colmo de infortunios, ambos hijos de Noemí, Mahlón y Quelión también perdieron la vida en la tierra de Moab (Rut 1:5).

Así, tenemos a tres viudas, suegra y nueras, desamparadas y sin nada, llorando la muerte de los tres hombres que constituían su sostén, su seguridad y su futuro. La tragedia está servida.

Aún con el duelo de la muerte de sus hijos, Noemí se entera de que la situación en Belén había cambiado considerablemente para bien, y que el periodo de carestía había terminado en su propia tierra (Rut 1:6). En una serie de conversaciones desgarradoras entre las tres mujeres, Noemí expresa su deseo de que sus dos queridas nueras vuelvan con sus familias para que ella pudiera volver a su tierra (Rut 1:8-14). Ella ya no tenía nada que darles, salvo su amargura y su dolor por la desastrosa situación en la que se encontraba. Finalmente, Orfa vuelve con su familia. No así Rut. Ella decide quedarse junto a Noemí, pase lo que pase, sufra lo que sufra. Según sus propias palabras, sólo la muerte las separaría (Rut 1:16-17).

La bellísima declaración de lealtad de Rut por su suegra Noemí es una luz espléndida, que brilla con fuerza en medio de la oscuridad de la situación por la que ambas estaban atravesando. Esta lealtad tan profunda y conmovedora expresa una profunda fe en el Dios de Noemí, el Dios de los israelitas, que marcará todo el resto de la historia.

Finalmente, suegra y nuera, llegaron al pueblo de Belén, en una situación terrorífica (Rut 1:19). Aún con el duelo por la muerte de sus hombres, sin ningún sostén económico ni social, su futuro estaba teñido de negro.

Así se molestó a recordarlo a todos la anciana Noemí. En un descorazonador discurso, Noemí se lamenta de su terrible situación, alzando el puño delante de Dios y culpándole de que lo haya perdido todo. Allí, inmóvil e invisible, Rut asiste al triste espectáculo de ser ninguneada por aquella a la que había jurado lealtad eterna (Rut 1:20-21).

Así fue el valle de sombra de muerte por el que tuvieron que atravesar estas dos mujeres. Ahora, sin esperanza a la vista, negando sus bendiciones y profundamente enfadada con Dios, Noemí no logra ver más allá.

…Pero hay alguien que sí que lo hace, alguien que ya está, en medio de esta trágica situación, obrando para alcanzar algo grande (Rut 1:22). 

En el campo de Booz

El segundo capítulo marca un tremendo cambio en esta historia. Con pequeños detalles y grandes gestos, podemos contemplar cómo ellas no están tan solas como podríamos pensar en un principio. Todo lo contrario, hay alguien que está cuidándolas y ayudándolas en medio de su negro valle.

Para evitar morir de hambre, Rut se ofrece a ir a recoger los restos de la cosecha que los trabajadores van dejando atrás para los más necesitados (Rut 2:2). Eso no haría que dejasen su mala situación, pero al menos tendrían algo que llevarse a la boca al final del día. Así, “por casualidad”, Rut acaba espigando en el campo de un buen hombre, pariente cercano de la familia de Elimelec, su difunto suegro (Rut 2:3).

Allí, en ese campo, la joven Rut se desloma trabajando sin descanso para poder obtener alimento para ella y para su suegra. Es en este momento en el que conocemos a otro gran protagonista de esta historia, Booz. Él es el dueño del campo y el pariente de Elimelec, quien ya se mencionó (Rut 2:4).

En el momento en el que Booz se entera de que Rut, la que volvió con Noemí de Moab estaba espigando en su campo, dio orden a sus trabajadores de tratarla con suma benevolencia y gran generosidad (Rut 2:8). Incluso, habló con ella y le dijo que se quedase espigando en su campo, que él se ocuparía de su protección y que, incluso, recibiría agua como si fuera su empleada (Rut 2:9).

Esto hizo que Rut se rascase la cabeza sin entender bien por qué ella, que era una extranjera, viuda y pobre, fuera tratada tan bien (Rut 2:10). Pero Booz no la veía así. Él veía a una chica profundamente compasiva y comprometida con su suegra, que había abandonado su tierra y sus dioses para confiar y confiarse plenamente al Dios de Israel, y eso era algo digno de elogio (Rut 2:11-12). Así pues, durante el resto del día, el reto de Booz sería el de honrar y bendecir a Rut, el de hacerla crecer en honor y en estima (Rut 2:14-17).

Un punto crítico en este intento y estas acciones que realizó Booz para hacer crecer en honor a Rut es el hecho de que Booz le da de comer del rancho de los trabajadores. ¡Es específicamente escandaloso el hecho de que él mismo sirve a Rut (2:14)! Después de la hora de la comida, incluso, ordena a sus trabajadores que, en un sentido, trabajen para Rut, y le dejen el grano listo para que ella lo vaya recogiendo (Rut 2:16). Ahora ella no sería una indigente que espiga lo que sobra y se cae en el campo, el resto del día Rut sería alguien que recoge lo que le preparan especialmente para ella.

Todos estos cuidados y servicios de parte de su benefactor consiguieron que, la muchacha, después de un dura día de trabajo, hubiera recogido unos 20 kilos de cebada. ¡Esto es el equivalente a la cosecha de un trabajador durante dos semanas!

Cuando la vio volver su suegra, se alegró enormemente y preguntó, con razón, por la identidad del que le había ayudado a lograr tan espectacular resultado. Ella no podría haber conseguido todo eso espigando por su propia cuenta. Cuando Rut le reveló la identidad del responsable de tan productivo día de trabajo, Noemí comenzó a atar cabos en seguida.

Fue en ese momento que comprendió que había mucho más de lo que había estado viendo (Rut 2:20). Fue en ese momento en el que comenzó a trazar un plan que lo cambiaría todo. Y para llevar a cabo este plan, Rut debería seguir espigando bajo la protección de Booz.


Artículo publicado originalmente en el blog de la Editorial EBI.

3 comentarios en “Dios, tu sufrimiento y el libro de Rut”

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