Después de todo lo que hemos estado hablando acerca de tener hijos en las entradas anteriores, me gustaría concluir poniendo sobre la mesa uno de los textos más importantes de la Biblia en lo que respecta a la bendición que son los niños: el Salmo 127. Este texto es tan claro y potente que no nos permitirá seguir menospreciando el valor de tener hijos. Además, es un mensaje que, sencillamente, no puede ser más actual.
Aquí está el salmo:
Si el Señor no edifica la casa,
en vano trabajan los que la edifican;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vela la guardia.
En vano os levantáis de madrugada,
os acostáis tarde,
y coméis el pan de afanosa labor;
pues Él da a su amado aun mientras duerme.
He aquí, don del Señor son los hijos;
y recompensa es el fruto del vientre.
Como flechas en la mano del guerrero,
así son los hijos tenidos en la juventud.
Bienaventurado el hombre que de ellos
tiene llena su aljaba;
no serán avergonzados
cuando hablen con sus enemigos en la puerta.
Normalmente, pensamos que este salmo está dividido en dos partes que no tienen nada que ver entre sí. Al hablar de los hijos, solemos tomar solo los versículos 3-5, especialmente para ocasiones como un Baby Shower o eventos similares. Ciertamente, esos versículos contienen grandes verdades sobre la paternidad. Sin embargo, sin los primeros dos versículos, los últimos pierden toda su fuerza y contexto. Más aún, para vivir en nuestra sociedad actual y deshacernos de las ideas erróneas que tenemos sobre el valor de los hijos, necesitamos comprender este salmo en su totalidad. Así que, comencemos por los grandes olvidados del salmo: los primeros dos versículos.
En estos versículos, Salomón describe un problema: no importa cuánto nos esforcemos, planeemos o trabajemos, si dejamos a Dios fuera de la ecuación e intentamos hacer las cosas a nuestra manera, el resultado será un rotundo fracaso. Salomón menciona a los albañiles que edifican una casa y a los guardias que custodian los muros. Ambos hacen su trabajo con habilidad y empeño, pero si no cuentan con la ayuda de Dios, todo su esfuerzo resultará en nada. El segundo versículo lo resume perfectamente: no tiene sentido trabajar desde el amanecer hasta la noche, sin descanso y con gran esfuerzo. Si no es Dios quien te provee, serás un miserable. Luego, Salomón pasa al tema de los hijos en los siguientes versículos.
¿Qué sentido tiene este cambio? ¿Acaso Salomón se confundió al incluir estos primeros versículos dentro de lo que afirma más adelante sobre tener hijos? Para nada.
Salomón lo hace con un propósito muy claro. En el primer párrafo, afirma que Dios tiene la llave del éxito, que Él sabe cómo hacer bien las cosas. Por lo tanto, cualquier plan que excluya a Dios está condenado al fracaso, aunque parezca sensato o brillante. Y aquí es donde Salomón conecta este concepto con la idea de tener hijos. Al hacerlo, está gritando a nuestra sociedad, que se ha empeñado en pensar que no querer tener descendencia es una buena idea. Salomón, en cambio, está diciendo: “¡No es una buena idea, es más, es un plan desastroso! Si sigues ese camino, acabarás muy mal”.
Si sigues el plan de Dios, aunque no seas tan inteligente ni te afanes buscando lo que crees que es mejor para ti, Él “dará a su amado aun mientras duerme” (Sal. 127:2). El plan específico que Dios tiene y al que Salomón se refiere es el de tener hijos y criarlos de la manera correcta. Si seguimos ese plan, es decir, si cumplimos con el primer mandato que el Creador dio al hombre al crearlo, tendremos éxito, aunque no lo imaginemos.
Es en este contexto que entran esas bellísimas palabras tan conocidas sobre los hijos. El salmista afirma que los hijos son un regalo de Dios y Su recompensa (Sal. 127:3). Para que lo comprendamos correctamente, Salomón ofrece dos ejemplos.
El primero es el de las flechas en manos del guerrero. Piensa en ello: anteriormente, el autor nos recordó que los soldados que custodian el muro son inútiles sin la ayuda de Dios. Ahora, utiliza otra imagen bélica para ilustrar lo que ocurre cuando Dios sí ayuda. Un guerrero con una espada solo puede atacar lo que está cerca, pero un guerrero con un arco y una flecha puede alcanzar mucho más lejos.
Nuestro mundo nos engaña al hacernos pensar que tener hijos es una carga. Creemos que, al tener hijos, no podemos alcanzar nuestras metas en el momento que deseamos, y por eso pensamos que nos están estorbando. Pero Dios dice lo contrario. Si decidimos tener hijos e invertimos en su educación, no solo no restarán a nuestra vida, sino que sumarán enormemente. Como decíamos en la última entrada, los hijos nos quitan cosas como dinero, tiempo y paciencia, pero nos ayudan a enfocarnos en lo que realmente importa.
Además, como el guerrero que prepara sus flechas antes de la batalla, nosotros también debemos invertir en nuestros hijos, no simplemente tenerlos y dejar que la iglesia o el gobierno los eduquen. Si lo hacemos, el impacto que tendremos será mucho mayor que cualquier carrera o título que podamos obtener. Nuestro alcance será infinitamente mayor que cualquier posición en el trabajo.
De hecho, nuestra sociedad nos llena de temor por nuestros hijos. La educación, las influencias, las amistades, la pornografía… hay muchas cosas que nos preocupan. Pero el salmista no presenta una imagen de miedo. Su imagen es la de un guerrero que lanza flechas poderosas y precisas. Debemos preparar a nuestros hijos no para que tengan miedo, sino para que la sociedad sea quien les tema, porque se convertirán en herramientas poderosas en manos de Dios.
El segundo ejemplo es el de un hombre que está en la puerta de la ciudad hablando con sus enemigos. En la antigüedad, las puertas eran lugares donde se cerraban acuerdos comerciales y se resolvían disputas. Aquí vemos a un hombre en una situación aparentemente indefensa, enfrentando a sus enemigos. Pero no está solo: sus hijos están a su lado, como un ejército dispuesto a defenderlo. Nadie se aprovechará de él. Sus hijos lo protegerán.
El mensaje es claro: los hijos no restan, suman. Esto lo vemos no solo en el sentido espiritual, donde Dios bendice a quienes los tienen, sino también en lo práctico.
Quiero terminar con un ejemplo. Una de las razones por las que muchos no tienen hijos hoy en día es porque piensan que cuidar de los padres en la vejez es tarea del gobierno, gracias al sistema de pensiones. Pero ese sistema se está desmoronando. Nosotros estamos pagando las jubilaciones de nuestros padres, pero ¿quién pagará las nuestras? Mi consejo es que actúes como si no fueras a recibir nada de jubilación, porque probablemente así será. Cuando ese momento llegue, ¿quién te cuidará? Si tienes hijos y los preparas, no estarás desamparado. Ellos te cuidarán.
Mucha gente dice que no puede permitirse tener hijos. Amigo, lo opuesto es cierto: lo que no puedes permitirte es no tener hijos. Debemos tener hijos porque es lo que Dios manda. Debemos tenerlos porque esa es la sabiduría divina, más alta que la nuestra. Debemos tener hijos porque ellos llegarán más lejos que nosotros. Y también debemos tener hijos porque no podemos permitirnos no hacerlo.