Lo hizo a los profetas de la nación de Israel que vivieron hace tres milenios (Heb. 1:2) Lo hizo a los apóstoles que compartieron el polvoriento camino de nuestro Salvador. Ellos tuvieron la enorme dicha de recibir la revelación divina para sus vidas, de tener una brújula que los guiase en medio de las tormentas de sus vidas. ¡Qué afortunados fueron! ¿Verdad?
Nosotros también tenemos tormentas que nublan nuestra vista. Nosotros también estamos perdidos en este ancho y ruidoso mundo en el que vivimos. Nosotros también necesitamos guía. Pero no una guía antigua y acartonada, no un mapa caducado ni obsoleto.
Estamos atravesando algunas de las crisis más complicadas de la historia. La enfermedad es seguida por la guerra, la crisis y el hambre. La desesperación anega nuestra existencia sin salida a la vista. En medio de esta situación, no necesitamos una esperanza pasada, ni precisamos cuentos con moraleja. No necesitamos a alguien que nos diga que, sencillamente, no nos preocupemos y miremos a otro lado, cuando las lágrimas no nos permiten siquiera cerrar los ojos. En este tiempo necesitamos ser como los profetas y los apóstoles de antaño. Necesitamos a un Dios que hable en nuestro tiempo, en nuestro lugar, en nuestro idioma. Necesitamos un salvador cercano, una mano tendida y a nuestro alcance.
En el pasado, Dios habló (Ro. 15:4). Pero ¿sigue Dios hablando en nuestro tiempo? ¿No será que seguimos una religión muerta? ¿No será que buscamos en un libro obsoleto las respuestas a las preguntas más actuales? En definitiva, hay porciones de la Biblia que tienen 35 siglos. ¿Cómo vamos a escuchar la voz de Dios en medio de las tormentas de la vida del siglo XXI leyendo escritos tan antiguos y trasnochados?
Quizá tú te haces estas preguntas. Quizá estás atravesando una tormenta en tu vida, un valle oscuro, y no ves esperanza en ningún lugar a tu alrededor. Pues bien, tengo una noticia maravillosa para ti.
Dios no está mudo. Jamás lo ha estado. El Creador de las estrellas sigue siendo nuestro guía en medio de la noche más oscura. El Rey del mundo sigue dándose a los más humildes (St. 4:6). El Juez supremo sigue concediendo Su misericordia libremente. Incluso en tu situación. Sí, incluso a ti. Incluso a mí (2 Cr. 30:9; Heb. 4:16).
Dios sigue hablando, y lo sigue haciendo con la misma voz que siempre. Él se ocupó personalmente, por medio del Espíritu Santo, de que tuviéramos la perfecta guía para nuestras vidas, la Biblia Esa sigue siendo Su Palabra, esa sigue siendo Su voz. Esa sigue siendo nuestra estrella polar (2 Ti. 3:16; 2 Pe. 1:20-21).
Abriendo las páginas de nuestras Biblias, encontraremos el mensaje que Dios tiene para nosotros. Estudiando sus palabras, conoceremos más al Señor de las circunstancias. Entendiendo Su mensaje, sabremos quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos.
De hecho, si lo miramos apropiadamente, veremos que, si la auténtica voz de Dios la podemos escuchar en la Biblia y en sus historias, entonces no hay nada más relevante en nuestro tiempo ni en nuestra situación. Si realmente Dios sigue comunicándose por medio de Su Palabra, no hay un ejercicio más práctico que abrir sus páginas. No hay mayor fuente de esperanza. Más específicamente, la Biblia es la única fuente de auténtica esperanza (Jer. 29:11; Sal 119:114; Sal. 130:5).
Y eso es porque, en medio de nuestra total necesidad, en ella hallamos una ayuda total. Esa ayuda total se llama Jesús, y es el tema central de toda la Biblia. Y eso es maravilloso. Porque Él es exactamente lo que nosotros necesitamos, Él es todo lo que necesitamos (Fil.4:9).
Así pues, con la total convicción de que Cristo es lo más relevante e importante de nuestras vidas, la perfecta solución a las tormentas que nos asedian, y que le podemos encontrar, con la mayor cercanía y relevancia, en las páginas de la Biblia, me gustaría invitarte a acercarte a ella.
Deja que sus páginas te lleven a Dios. Deja que sus relatos te enseñen que hay un mensaje vivo y vigente (Heb. 1:2); que existe una persona divina y eterna tan distinta a nosotros y a la vez cercana; que Dios nunca ha estado lejos, y que aún así se acercó aún más y se dejó envolver en pañales. Que Dios, el Dios de la Biblia, nos visitó y anduvo entre nosotros, no solo para darnos ejemplo, sino para tomar nuestro lugar en la silla de los acusados. Que Cristo murió en la cruz (Is. 53:5; Heb. 12:2), en el madero que nos tocaba; y con esta sublime transacción dejó limpio de pena y culpa aquel que con corazón humilde y sincero a él se acerca (Sal. 51:16-18; Sant. 4:8).
En el pasado, Dios habló.
Pero también lo hace ahora. Deja que la Biblia, el Gran Libro, te comparta sus palabras; palabras pertinentes en el pasado, en el presente y el futuro. Palabras de vida eterna.
En el pasado, Dios habló.
Tómate el tiempo para abrir las páginas de la Biblia y comprueba que también, el día de hoy… Dios habla.
Artículo originalmente publicado en el blog de la Editorial EBI.