En la anterior entrega, analizamos el contexto en el que Dios puso el símbolo del arcoíris para entender que Dios es un juez justo que castiga el pecado y no hace la vista gorda, pero que también es un Dios misericordioso que escoge perdonar. Hoy vamos a ver otras dos maravillosas realidades que aprendemos del arcoíris, una es la razón para poder disfrutar de la misericordia divina, y la otra es la consecuencia.

3. La redención está consumada

La señal para el pacto que Dios hizo con el cosmos con Noé como intermediario fue un arco. La palabra en hebreo que se usa, es la que se esperaría para hablar de un arco de guerra. En la iconografía del próximo oriente, la imagen de un dios empuñando un arco era algo muy recurrente y, ciertamente, temible. Un dios empuñando un arco es algo ciertamente letal.

Pues bien, la Biblia deja claro que el Señor “es fuerte guerrero, el SEÑOR es su nombre” (Éx. 15:3). De Él se dice: “Tu arco fue desnudado por completo, las varas de castigo fueron juradas” (Hab. 3:9). Así que este Dios guerrero que empuñó un arco para arrasar a sus enemigos, pone su arco en el cielo.

El simbolismo es el de un guerrero que, después de volver de la batalla, cuelga su arma para no volver a usarla e inaugurar un tiempo de paz. El arco ha dejado de funcionar como un arma de batalla y se ha convertido en una señal de un pacto de paz, prosperidad y estabilidad. Es el símbolo máximo de que la guerra ha terminado.

El Dios guerrero por antonomasia cuelga su arco en el cielo, un arco con el que ha sido capaz de destruir el mundo entero. Lo hace, no porque su poder haya menguado, ni porque los habitantes actuales del mundo ya no lo merezcan, sino porque ha decidido tener gracia con los que ha escogido para sobrevivir.

Además, y esto es lo más curioso, ha colgado el arco, de tal manera que ahora está apuntando hacia arriba. Si pusiera ahora una flecha en ese arco que pende de las nubes, esa flecha apuntaría al cielo, no a la tierra. Ahora la destrucción no bajará, sino que subirá. El arco destructor del Dios guerrero ha cambiado su objetivo. El castigo por el pecado, ahora apunta al Santo, en lugar de buscar saciarse con la sangre de los impíos.

Este arco apuntando hacia el cielo nos habla de la razón misma por la que el pacto del que es señal puede siquiera permanecer. Si Dios puede tener paz con el hombre y cuelga el arco es porque ha apuntado hacia arriba. La paga por nuestra maldad fue satisfecha por el Dios encarnado, al morir en una cruz en nuestro lugar. El Dios que descendió del cielo fue asestado por el arco divino, soportando el precio de la maldad del mundo.

Pablo dijo que “habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” (Rm. 5:1-2).

Dios puede ser tan bueno como para hacer un pacto de paz con pecadores, a pesar de su maldad, porque Él mismo se propuso satisfacer en Su precioso Hijo la ira que merecíamos y pagó nuestra redención para siempre. El arco iris es un precioso recordatorio del gran precio que Dios pagó para que pudiéramos tener paz con el Santo.

4. Dios cuenta contigo

Hay otras menciones a un arcoíris fuera del libro de Génesis. El profeta Ezequiel formaba parte de la comunidad de los judíos que sufrían el exilio en Babilonia bajo el gobierno impío de Nabucodonosor. Cuando el pueblo de Dios estaba sufriendo el justo y más que merecido castigo por su rebelión, el Señor llamó a este profeta, y lo hizo por medio de una visión de la gloria divina.

Y sobre el firmamento que estaba por encima de sus cabezas había algo semejante a un trono, de aspecto como de piedra y zafiro, y en lo más alto, había una figura con apariencia de hombre. Entonces vi en lo que parecían sus lomos y hacia arriba, algo como metal refulgente que lucía como fuego dentro de ella en derredor, y en lo que parecían sus lomos y hacia abajo vi algo como fuego, y había un resplandor a su alrededor. Como el aspecto del arcoíris que aparece en las nubes en un día lluvioso, así era el aspecto del resplandor en derredor. Tal era el aspecto de la semejanza de la gloria del SEÑOR. Cuando lo vi, caí rostro en tierra y oí una voz que me hablaba.

Ezequiel 1:26-28 (LBLA)

La grandeza que el profeta contempló ante esta aparición divina delante de él fue descrita de la mejor manera que pudo, pero seguro que su narración se queda muy corta de lo que realmente vio. Como parte de esta espectacular visión, el Señor tenía un arcoíris rodeándole. Aparte de lo mucho que podríamos decir de las diferentes partes descritas, parémonos en lo que pudo significar el arcoíris para el absorto Ezequiel.

Este es el símbolo de que Dios está cerca y cumple Sus pactos. A pesar de que los judíos eran un pueblo infiel y estaban sufriendo las consecuencias de ello, a Dios no se le olvidan los pactos que ha hecho con ellos, y eso estaba bien simbolizado con ese arcoíris. El Señor sigue siendo fiel, aunque Su pueblo no lo sea. Él es bueno y seguirá teniendo gracia con los suyos, no porque ellos lo merezcan, sino porque Él se ha comprometido a ello.

Esto es lo mismo que vemos en Apocalipsis 4:3, donde Juan describe la gloria del trono de Dios en términos muy parecidos a Ezequiel, entre ellos, el arcoíris alrededor del Señor. De nuevo, se transmite la firmeza de los pactos de Dios. Nosotros a veces jugamos, pero Dios no. Él es fiel, y siempre lo será.

Así que, el profeta Ezequiel, ante la gloria del Dios fiel revelada, solo puede caer postrado y adorar, para escuchar lo que el Soberano tiene que decirle. Y eso es, quizá, lo más espectacular, y es que Dios llama a Ezequiel para su servicio, que es lo que ocurre a partir del capítulo 2 de Ezequiel.

El Señor magnífico y poderoso, de una manera que no logramos entender, cuenta con nosotros para que seamos Sus portavoces, para que llevemos Sus noticias al mundo. El mismo que debería habernos consumido por nuestra maldad, nos ha rescatado pagando por nuestro mal y ahora nos envía a transmitir Su Evangelio. ¡Qué maravilloso!

Lo mismo podemos verlo en Apocalipsis 10. Allí contemplamos a un ángel poderoso que descendía “del cielo, envuelto en una nube; y el arco iris estaba sobre su cabeza…” (Ap. 10:1) con un mensaje para el mundo: “… ya no habrá más dilación” (Ap. 10:6). Es decir, el ángel trae un comunicado de máxima urgencia: “¡se acaba el tiempo, señores!”. Es necesario que acudan a Cristo hoy mismo, mañana será tarde. Ese es el mensaje que nosotros debemos entregar de parte de este Dios guerrero, bondadoso y fiel.

El arcoíris tiene siete colores, pero la bandera del orgullo tiene solo seis. Hay diferentes razones por las que es así, sobre todo por el precio de la tela de algunos colores. Pero esta realidad es muy significativa. El siete, en el próximo oriente, simbolizaba la perfección divina.[1] El seis, sin embargo, simbolizaba la maldad, el que no llega a la perfección como el seis no llega al siete. Así pues, la situación es muy gráfica. El arcoíris de nuestro Señor es perfecto, la suma de los colores que dan el blanco puro, y su simbología es un bellísimo cuadro de la gran Salvación que tenemos en Cristo. El arcoíris espurio de la bandera gay no llega a la perfección, es malvado, y su suma no da el blanco, jamás podría hacerlo porque no tiene nada que ver con lo que Dios ha diseñado. No te dejes engañar con la propaganda, el arcoíris es un símbolo maravilloso que habla de un Dios juez, misericordioso, redentor y que cuenta contigo para salvar a este mundo que celebra el pecado y la muerte.


[1] Por eso hay siete espíritus y siete iglesias, siete candeleros y siete estrellas en la visión de Juan en Apocalipsis 1-3. “El siete era el número más sagrado para los hebreos… y simbolizaba la plenitud divina”. Ray Summers, Worthy is the Lamb: Interpreting the Book of Revelation in Its Historial Background (Nashville, TN, B&H Publishing Group, 1951), 23.

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