¿A qué esperas?

En la anterior entrada hablaba de la mentalidad que nuestra sociedad tiene acerca de los niños. Esta mentalidad, demasiadas veces, la compartimos nosotros, los cristianos, y caemos en la trampa de desear el disfrute instantáneo, para el cual los niños ciertamente no ayudan mucho.

Photo of Man Wearing Hooded Jacket in Front of Body of Water

Para comenzar a hablar acerca de cómo debemos tomarnos el tener hijos, según el mismo Creador, debemos buscar en la narración del instante en que nuestros primeros padres fueron creados. En Génesis 1:26-27, Dios se propuso hacer algo completamente diferente al resto de la creación. De hecho, tal y como Moisés lo presenta, estamos ante el pináculo de la creación, el momento más sublime del acto creador de Dios. El Sumo Hacedor creó de una forma completamente personal a Adán y Eva, mientras que al resto del cosmos lo trajo a existencia simplemente hablando.

Pero quiero que nos centremos en las palabras que dijo Dios cuando hubo completado su obra. Esto lo vemos en Génesis 1:28: “Y los bendijo y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sojuzgadla; ejerced dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra”. Hay cinco órdenes que el Señor da a los hombres: sed fecundos, multiplicaos, llenad la tierra, sojuzgadla y ejerced dominio. Podemos resumir estas cinco órdenes en dos: el hombre y la mujer debían tener hijos y conquistar la tierra. Estas dos órdenes van de la mano. Para conquistar la tierra, para llegar a todas partes, debían ser muchos, así que tenían que multiplicarse. Para multiplicarse, tenían que expandirse.

Es decir, hablando de los niños: el primer mandamiento que Dios dio al ser humano es que tenga hijos. No es que cante en la alabanza, ni que se saque una carrera, ni que se compre un coche. Lo primero que el Creador mandó al hombre fue que se multiplicara.

Esto no se enseña en las iglesias. Nuestros jóvenes crecen repudiando la idea de tener hijos porque piensan, siguiendo la corriente del mundo, que Dios quiere que ellos estén bien, y eso no puede pasar por tener niños. Pero la realidad es completamente opuesta. Dios quiere que tengamos hijos, y esa es la razón por la que nos ha creado así.

Me explico. Hablando de los jóvenes, la realidad es que crecen en un mar de hormonas que los lleva a buscar satisfacción sexual de cualquier manera. Todos debemos tener mucho cuidado con la pornografía y con la fornicación, pero, de manera especial, debemos hacerlo con los jóvenes. ¿Por qué? Porque la testosterona llena sus torrentes sanguíneos, especialmente los de los varones, y los hace ansiar con todas sus fuerzas tener sexo. ¡Qué cosa más curiosa!, ¿verdad? A lo mejor Dios se equivocó haciendo así a los jóvenes.

No, Dios no se ha equivocado. Lo ha hecho muy, pero que muy bien. Somos nosotros los que estamos equivocados. ¿Por qué inundaría Dios los torrentes sanguíneos de nuestros jóvenes con hormonas que les piden a gritos que tengan sexo? La respuesta la encontramos en el texto que tenemos delante, Génesis 1:28. Dios quiere que nuestros jóvenes cumplan con el primero de todos los mandamientos bíblicos: que tengan hijos. El impulso sexual no está para que abran páginas pornográficas, ni siquiera para que se quemen, sino para que busquen una buena esposa. La testosterona es como un cohete divino para que los jóvenes dejen de ser niños egoístas e infantiles y se conviertan en hombres, que se casen y tengan hijos.

La media de edad en la que los españoles se casan está en los 33,4 años[1], mientras que la edad media a la que pierden la virginidad está a los 13 años[2]. ¿Ves que hay algo que está terriblemente mal? Nuestra sociedad ha sido diseñada para que necesariamente se enfoque mal el diseño divino y se imposibilite el cumplimiento del primer mandamiento de todos. Como iglesia, tenemos que hacer algo, y lo tenemos que hacer urgentemente.

Debemos formar a nuestros jóvenes, no para que renieguen de sus instintos sexuales, creados por Dios con un buen propósito, sino para que los enfoquen correctamente. Nuestros jóvenes no deben, bajo ningún concepto, seguir la corriente de este mundo, que los empuja a esperar una eternidad para casarse, muchas veces por voluntad de sus padres.

Escucha, obedecer a Dios y no caer en pecado es más importante que sacarse una carrera, que tener un buen trabajo o que comprarse un piso. Además, ¿por qué no va a poder alguien terminar sus estudios estando casado? Yo terminé mi carrera estando casado y mi máster con una hija, y lo mismo mi esposa. ¿A qué hay que esperar exactamente, cuando la biología y el diseño divino te dicen que te cases? Entiendo que la prioridad hoy en día está en disfrutar la vida, viajar y tener libertad, y eso no encaja bien con el casarse y tener hijos. Pues bien, Dios tiene un plan mucho más grande que el nuestro, porque nos conoce mucho mejor que nosotros mismos. En la siguiente entrada, hablaré acerca de lo terriblemente mal que hemos entendido el concepto de bendición, y para terminar, nos enfrentaremos a un texto clásico cuando hablamos de la bendición que son los hijos, para contemplar la inmensa actualidad de la Biblia para nuestras vidas y para este asunto.


[1] https://www.larazon.es/sociedad/espanoles-que-mas-tarde-casan-toda_20240403660d8e0e0999030001ced34d.html#:~:text=Seg%C3%BAn%20los%20datos%20del%20estudio,tarde%20que%20la%20media%20europea. Acceso el 02 de octubre de 2024.

[2] https://www.ividono.es/blog/curiosidades/edad-pierden-virginidad-hombres/#:~:text=Virginidad%20masculina%3A%20%C2%BFa%20qu%C3%A9%20edad,la%20edad%20de%2013%20a%C3%B1os. Acceso el 2 de octubre de 2024.

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